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El cubano Justiz tapona a Lammers durante el partido de ayer en el pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza.

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El cubano Justiz tapona a Lammers durante el partido de ayer en el pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza. CARLOS GIL-ROIG

El RETAbet se queda sin cobertura

Arrancan bien los hombres de negro, medio aguantan hasta el descanso y desaperecen del mapa en Zaragoza fruto de no acercarse a la dureza local

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Sábado, 19 de octubre 2019, 17:47

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No es que pudiera suceder. Tenía que pasar. En Zaragoza, en Miribilla, o en cualquier cancha de un planeta Endesa a cuya atmósfera aún se debe acostumbrar el RETAbet. Es normal que amanezca un día en el que las cosas no salen, uno de esos partidos que ves que se te escapan de las manos para acabar a años-luz de tus posibilidades. La típica tarde que está de que no. Punto. Nada tiene que ver con sacrificio, esfuerzo, capacidad o criterio.

La estadística deja en evidencia el déficit de los de Miribilla. Caen por 23 puntos ante un rival con el que hasta las seis de la tarde empataban en la clasificación. Lo hace con mejor efectividad (dos puntos porcentuales) en tiros de campo. Pero los maños sacaron de la cantidad la calidad para ganar. 21 pérdidas de los hombres de negro.

Duró poco, pero concentró todo, lo único, bueno del día en la capital aragonesa. El Zaragoza se vio sorprendido por una ráfaga.

Dos hechos aparentemente aislados cambiaron las reglas del juego. Rousselle, como tiene por involuntaria costumbre, se cargó con dos personales en un visto y no visto. Además, metiéndose en fregados reboteadores que daban demasiada elasticidad y continuidad a las ayudas o persecuciones que protagonizaba.

Se unió una acción de dos más uno de Seeley sobre Rafa Martínez en lo que fue una flagrante falta en ataque al apartarse con el brazo el californiano de su último obstáculo ante la canasta.

Porque fue la sirena que despertó a los locales. Desde el segundo cuarto subieron las líneas, ampliaron su esfuerzo. Físicamente eran toros ante los que el capote vizcaíno resultaba un engaño sin éxito. Metían la directa, castigaban la línea de flotación de los de Miribilla desde su capacidad para anular la fe en los portadores del balón. Se llegaba en el mejor de los casos a finales angustiosos de posesión, muy nerviosos los de Mumbrú para atisbar luz al final de un túnel que comenzaba a crecer. Recorrerlo daba miedo.

Se fallaban los pocos tiros abiertos que se escapaban de la presión y la réplica era un ciclón vestido de encarnado que volaba sobre la pista. Contra y mate de Seeley. Lo mismo en la siguiente acción con la firma del meritorio Krejci. Fue el principio de un fin que ya se atisbaba aunque quedara un mundo de partido. 25-17 y un par de escarceos tras el reagrupamiento en torno a la pizarra de un Mumbrú que no encontraba lo que buscaba en sus cambios y variantes. Al descanso, 36-27. Por supuesto, una renta en contra viable, negociable. Sobre el papel. Pero la intensidad y dureza de unos y otros habían ya tomado sentidos divergentes.

Tras el descanso más de lo mismo. Rousselle se vuelve a cargar pronto con la tercera muesca en su nómina de personales, Brown quiere hacer la guerra por su cuenta, Schreiner sufre como nunca con cada posesión y el resto no se afana en echarle una mano. Petrificados. Sólo Bouteille llevaba camino de aportar más de un tercio de la anotación del equipo. Y Sergio Rodríguez que facturó desde la línea de castigo con cinco faltas encontradas a favor.

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