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Ben Lammers esquiva a Urko Otegui para lanzar y anotar. FERNANDO GÓMEZ
Lammers, el ingeniero monta el tinglado

Lammers, el ingeniero monta el tinglado

Nueva exhibición de Lammers, imparable en ataque e intimidador atrás, para felicidad de sus padres, que ya saben cómo ha caído su hijo de pie en Bilbao

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Sábado, 11 de mayo 2019, 01:00

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No es que haya estado solo, pero casi. En la primera vuelta ya le visitó su novia, que repitió, y algunos amigos. No dudaron incluso en desplazarse en coche hasta Coruña para seguirle cuando los hombres de negro visitaron Riazor. Pero sus padres aún no habían cruzado el charco para corroborar en persona lo que supone Ben Lammers para el Bilbao Basket, una franquicia que se postra a sus pies por la relación calidad-humildad que incluye su dedicación. Y vieron lo que ya sabían, claro. Que su hijo ingeniero ha creado, montado, un tinglado colosal que definitivamente le ha encumbrado en su primera experiencia en el basket profesional.

El amarillo de la sudadera de Georgia Tech con el perfil del estado norteamericano en el que se instala la universidad ubicada en Atlanta destacaba portada por su padre en la zona de la grada reservada a las familias. La más expresiva era la madre, con agujetas de tanto ser propulsada por un resorte interno cada vez que la sociedad Salgado-Lammers facturaba una canasta. Era como si el base de Santutxu quisiera seguir dando metraje a una filmación repetida hasta la saciedad, la esencia pura, íntima, noble, del pick and roll, ese fundamento por el que el pívot sale al perímetro a ofrecer un bloqueo a su base para, realizado, marcar rumbo directo al aro a la espera de recibir con ventaja la preciada pelota naranja.

Imposible llevar la cuenta de tanto daño causado entre el veterano y el emergente jugador que sólo tiene palabras de gratitud para el de Santutxu. De modo tradicional, con pase picado; variando el tranco a paso cambiado; y, sobre todo, por arriba, a vista de pájaro, que es como le gusta visualizar el juego al texano. Juega a favor del bilbaíno que los 'gachetobrazos' del americano llegan incluso a los balones que pecan por exceso o defecto en la altura alcanzada en la cota máxima de la parábola. Un elixir, maná para público y gradas. Y ellos, a lo suyo, a facturar como si no se alteraran por la plasticidad de algunos envites. Aún queda en el recuerdo, no se borrará, aquella conexión que el de Georgia Tech resolvió con un mate de espaldas a dos manos -posiblemente la jugada del año en la LEB Oro-. Lejos de provocarle ataque de ego alguno hizo que el rubor poblara todo su rostro.

A los postes del Palencia se les hizo de noche. Cada balón que recibió lo llevó a la antesala de la anotación. Transformó 9 de 11. Se le escapó uno en el que casi le rebañan los brazos en el poste bajo y una bandeja que nació de un preciso y precioso juego de pies que sólo incluyó un exceso de potencia en busca de la bandeja a tabla. Hasta la fortuna quiso alinearse a su lado con una patata caliente que enchufó sobre la bocina de aquella manera.

Por tirarle de las orejas por algo, su 1 de 4 en tiros libres. Fue el lunar de todo el equipo. 11 de 25 suponen muchos puntos dilapidados que seguro habrá un día que harán falta.

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