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Borg, en un momento del partido.
Se veía venir
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Se veía venir

El Bilbao Basket se desploma en un partido que nació enviciado y acabó envenenando su pobre juego

JOSÉ MANUEL CORTIZAS

Lunes, 17 de abril 2017, 15:44

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Un tiro en el pie. Seco, doloroso, con consecuencias por descubrir, pero seguro que tendrá alguna y no precisamente agradable. Un no partido del Bilbao Basket que desencadena una imagen opuesta a la que buscan técnico y jugadores. Estaba muy reciente en el tiempo el ejemplo a seguir, el modelo a imitar, el triunfo de trabajo, valor y talento ante el Valencia. Venía el camino allanado, además, desde el triunfo en Sevilla y al Obradoiro no le quedaba otro remedio que ser la tercera víctima enlazada, un convidado de piedra, con todos los respetos, para un equipo que buscaba ajustarse el uniforme de aspirante a los play-off. Pero la esquiva pelota naranja, un rival incómodo sin nada que perder y, por ello, carente de miedos y la espesura en la que se perdió en su propio conato de juego condujeron a los hombres de negro a un soberano sopapo que cuestiona sus méritos para llevar la temporada más adelante de la jornada 34.

Lo puede hacer, pero parece empecinado en autolesionarse. Será sin voluntad, solo faltaba, pero la realidad de lo visto en Miribilla resultó incomprensible. Y, por supuesto, inesperado. Vino el partido del revés, torcido, virado respecto al eje pretendido. Como esos días de viento sur en los que en cuanto amanece se sabe que la cosa pinta mal, que no hay pálpitos positivos, que sobrevuela una fuerza extraña, nociva, que te aleja de tus pretensiones... así se encadenaron las sensaciones en el Bilbao Arena desde el salto inicial. Mala pinta, aunque la confianza en que Carles Duran y los suyos enmendaran la plana se mantuvo hasta el final. Y eso que era mucho creer en que fueran capaces de solventar un encuentro convertido en un campo de minas. Lomalo es que no todas las colocaron los santiagueses.

Cuatro pérdidas de salida, combinadas con 4 de 5 en triples gallegos. Un mate de Eric, solo, que no es capaz de hacer pasar por el aro. Desde luego, de inicio soñado, nada. Todorovic y Tabu lideraban la anotación. El serbio tuvo un primer cuarto tremendo en ataque, con 13 puntos en ocho minutos, tres recuperaciones y 15 de valoración ACB. Junto al base belga firmaba 20 de los 25 puntos del equipo en el primer cuarto, un tramo en el que el Obradoiro mostró sus cartas sin rubor. El provecho de los 218 centímetros del ucraniano Pustovy en la pintura y lluvia de lanzamientos desde la línea mágica. Y que fuera lo que tuviera que ser. Malas noticias añadidas con la lesión de Lapornik tras anotar un triple y sacar el tiro adicional.

Lo peor estaba por venir. O, si prefieren suavizarlo, lo mejor nunca llegó. Tan limitada la anotación, el RETAbet necesitaba generar juego de otro modo,abrir su abanico de opciones. Más al comprobarse que los galones no implican que sus poseedores sean infalibles. Día canalla de Mumbrú y Hervelle en su relación con el aro (acabaron sumando dos canastas en 21 tiros de campo) y ausencia de poderío interior, una estadística en la que los hombres de negro siempre cuentan o con Buva o con Eric. El Obradoiro seguía a lo suyo. A los cuatro triples del primer acto unió otros tantos en los cuatro primeros minutos del segundo. Parcial de 0-7 que neutralizó la tímida intención de escapada de los anfitriones.

Poco o nada salía de lo que había reflejado la pizarra. Juego atropellado, contactos por doquier permitidos por un arbitraje que no ejecutó al Bilbao Basket por mucho que le incomodara y que el público reclamara con frustración. Y suele suceder que cuando uno se acerca al bloqueo se mimetiza con el escenario que habita, con las reglas del juego dictadas. Tuvieron curso legal las planteadas por un Obradoiro que sacó el máximo interés de su apuesta. Su apertura de miras lo fue también en su adecuación sobre el parqué.Prácticamente todos sus hombres se apuntaban a la fiesta del triple y los locales se contagiaban de ello. Al descanso, doce de los jugadores utilizados ya habían atinado desde la línea mágica.

El pulso seguía equilibrado, una cita sin dueño, también sin control alguno del juego. Los despistes en la reanudación, más el veto de los aros a Mumbrú (necesitó nueve lanzamientos para hacer diana) y Hervelle, más el atropellado intento de convertir los sistemas en una ecuación comprensible, en un plano en el que ser capaces de orientarse, fueron modelando la antesala del drama. Pero se hizo la luz camino del minuto 30 cuando Duran decidió mover otra ficha y jugar con tres pequeños. Desde la premisa de hacer coincidir en el campo a Tabu, Salgado y Borg, sus tres bases del inicio de curso, el RETAbet maduró, supo puntualmente cuál era su destino y tuvo en un sprint notable, lo único potable de la tarde. Parcial arrastrado de 12-2 para cerrar el marcador en 67-59 ante la parte final del trayecto.

Parecía acercarse el final feliz. Solo quedaba mantener esa tendencia en el luminoso y aprovechar las consecuencias de las posibles prisa y excitación de un Obra a cuya mente podía regresar el ardor de su situación tan cercana a la caldera del descenso. Su núcleo duro, el que compuso su cinco inicial,se puso las pilas con la permuta de Yusta por Bendzius. McConnell fue un gran guía, Dulkys un anotador compulsivo que siempre supo sacar ventajas, Whittington creció en la desasistida demarcación de cuatro y Pustovyi rapiñó lo que le dejaron. Veda abierta. El recuento de jugadores triplistas llegaba ya a quince. Pero el partido estaba envenenado. Eric provocó la última ventaja local (85-83). Luego llegaron malos tiros de Mumbrú y Tabu y uno perfectamente ejecutado por Yusta. En minuto y medio el cielo tornó infierno. Lo malo es que desde el salto inicial se veía venir. A veces pasa, se saben esas cosas. O se temen.

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