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Todorovic fue una pieza vital en el segundo encuentro ante el Valencia Basket.
El día que nació el efecto Miribilla
20.30 horas

El día que nació el efecto Miribilla

El Dominion se juega hoy el pase a semifinales cuatro años después de la histórica eliminación al Valencia

José Manuel CORTIZAS

Lunes, 1 de junio 2015, 12:58

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Era el 22 de mayo de 2011. Los seguidores del Bilbao Basket acudían al segundo partido de la serie de cuartos de final con la ilusión por ir un paso más allá. Habían ganado contra pronóstico los hombres de negro en La Fonteta y disponían del factor cancha para confirmar la gesta. Ante ellos un Valencia de incontables quilates, con el gran Pesic en el banco y De Colo, Javtokas, Cook, Claver, Savanovic, Richardson o Augustine en sus filas, por citar a los de carrera más internacional. Un partido inestable, en el que los de Katsikaris tuvieron que remar constantemente contra la corriente.

Genéticamente similar al actual equipo bilbaíno, cada golpe que recibían les hacía tambalear pero jamás doblaban la rodilla. Era un querer y no poder su ejercicio de supervivencia, clamando las gradas, jugando su partido, sufriendo con los Jackson's. Lo que en cualquier otra pista hubiera sido tomado como un punto sin retorno (67-74 y balón en contra a 2'12 minutos del final) provocó la histeria colectiva. Acababa de nacer espontáneamente el efecto Miribilla. Nunca se ha alcanzado un nivel de decibelios, una presión tan bestial como en aquellos dos minutos increíbles. Era como si los gritos de la marea negra hicieran crecer la envergadura de sus jugadores y menguara la de los taronja.

Hacía falta un héroe, un gallo que moviera el cotarro, que revolucionara el corral. Quién mejor que Álex Mumbrú. Esa muñeca que nunca tiembla catapultó al Bilbao Basket y Kostas Vasileiadis, desde la línea de castigo, remató la faena. Parcial de 12-1 para ganar el partido (79-75) y la serie (2-0). Lo que se vivió en el Bilbao Arena fue sencillamente inexplicable. Más de 7.000 aficionados en trance engulleron a los de Pesic e hicieron levitar a los anfitriones. Desde la desesperación de ver el partido perdido se pasó a la convicción de que los de Katsikaris podían hacerlo, cumplir su sueño de doblegar a uno de los más grandes de la ACB. Después también pasó por caja el RealMadrid en semifinales con dos victorias antológicas en el botxo. El grado ambiental, imposible de plasmar en una lectura, más público que en el anterior cruce, pero la sensación es que no se igualó lo vivido contra el Valencia. Lo mejor es que ya no se trataba de un hecho aislado. Había nacido el efecto Miribilla.

La Eurocup, garantizada

El mismo que esta noche (20.30) está invocado para que el Dominion busque el modo de cerrar la eliminatoria tras la hombrada de ganar el sábado en La Fonteta ante un ambiente demoledor. Sólo un par de supervivientes de aquel hito: Mumbrú y Hervelle versus Rafa Martínez y Lishchuk. Sin presión por el resultado porque tras los 2-0 colocados por Real Madrid y Barcelona, los de Sito Alonso tienen ya garantizada su plaza en la Eurocup para el próximo curso. Pero quieren más. Lo quieren todo. Bastante tienen con hallar el modo de no ceder ante una plantilla muy superior en número, energía y calidad. Los números cantan y los presupuestos son de equipos de distintas galaxias. Pero a nadie se le escapa lo que puede suceder cuando acabe esta jornada de play-off. Si el Laboral Kutxa confirma la remontada y se impone al Unicaja en el Martín Carpena, el vencedor del pulso en Miribilla será oficialmente equipo de Euroliga. De soñar, que sea a lo grande.

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